A veces hay momentos que desearías estar sola. Uno de esos momentos fue ayer cuando me entró el deseo de comerme un helado de chocolate y mango.
Cuando entramos en la heladería el nene no mostró interés y por eso no le compramos uno a él. Pero claro, una vez vio mi helado gigante de llamativos colores, su cara cambió.
No fue fácil comerse el helado. Hacía tanto calor que se deshacía muy rápido y además el peque quería comérselo solo. Tarea imposible. Todos nos pringamos de color marrón y creo que el único que disfrutó fue Tomás.
Aunque cuando veo las fotos recuerdo la experiencia con cariño.
A veces ser madre me supera! 🙂